ARTÍCULOS 4
EL DOCTOR FRANCIA
UN MODELO DE EXCELENTE GOBIERNO POPULAR Y ANTI DEMOCRÁTICO
MARIO BERMÚDEZ
No me interesa ni la guerra ni la paz
con nadie
-Dr. Francia-
Uno de esos genios realmente excepcionales, y que suelen aparecer muy de vez en cuando en la historia fue José Gaspar Rodríguez de Francia, conocido más como el Doctor Francia. El doctor Francia era poseedor de una inteligencia aguda, de un pragmatismo excepcional, de una ética envidiable, de una visión extraordinaria y, sobre todo, de una honestidad a toda prueba, de la que adolecen aún nuestros más insignes gobernantes. Sin embargo, la burguesía latinoamericana no ha hecho sino despotricar en contra del Doctor Francia, sencillamente, porque él representó la pulcritud del poder, sin los vicios horrendos que se esconden detrás de los postulados hermosos de la democracia.
A todas luces, es interesante analizar el modelo “dictatorial” que ejerció con rigidez, ética, moralidad, compromiso y austeridad el doctor Francia en la naciente República del Paraguay. Si bien es cierto que su gobierno fue totalmente antidemocrático, su modelo fue eminentemente popular con visos decididamente equitativos, como para no mencionar la horrenda palabra “comunismo” que tanto asusta a los pulcros demócratas. La democracia, así sea llamada “el mejor modelo de gobierno”, no es más que un sistema decididamente inmoral que bajo la mampara de la “igualdad”, solamente está al servicio de los poderosos, de las oligarquías. Tristemente las dictaduras, en su mayoría, se han convertido en la manera de enriquecer los bolsillos del dictador y su corte de secuaces, asunto que no sucedió en lo más mínimo con el Doctor Francia; así que esta dictadura, realmente no podría ser catalogada como tal, con la misma connotación despótica del resto de dictaduras Latinoamericanas. Ahora, los dictadorzuelos de pacotilla se esconden con desmanes taumatúrgicos entre los ropajes hipnóticos de la democracia, haciéndose los demócratas pero siendo, realmente, los dictadorzuelos que pretenden únicamente perpetuarse en el poder a base de artimañas, y de esa herramienta que les da la democracia de poder modificar las constituciones a dedo, amparadas por la taifa de malsines que los secundan en los parlamentos.
Para los excelsos demócratas, el Doctor Francia, además de ser un déspota y autócrata, fue uno de esos personajes desquiciados, con una personalidad rayana en la locura. Eso dicen ellos, porque el gobierno del Doctor Francia, aborreció a los burócratas, que no son más que los ladrones de cuello blanco, que a grandes bocados se devoran el erario en su propio provecho. Para uno de nuestros mohatreros demócratas, le es imposible y descabellado imaginarse al Dictador Supremo llevando él mismo, de su puño y letra, las cuentas de la Nación, con el fin de que los inescrupulosos funcionarios no se robaran el erario. Bien conocía el Doctor Francia la real condición humana y, especialmente, de los demócratas. Lo vieron andar generalmente a pie, viviendo en una casa gubernamental realmente austera, que para nada se compadece con el boato fantástico con que la democracia adorna sus actos y sus propiedades. El mismo gobernante vigilaba la entrega de los uniformes para los soldados y pasaba minuciosamente revista en las Estancias de la Patria, ese modelo agropecuario que tanto ha dado resultados, incluso en Israel, pero que cuando se les denomina Cooperativas o Haciendas Comunales, ya son sospechosas de comunismo o de terrorismo como se ha puesto de moda. Todo lo que para el pueblo represente superación y vida digna, es perverso para la democracia. La austeridad se practicaba rigurosamente entre los pocos y antidemocráticos funcionarios con los que el Estado Paraguayo contaba por aquel entonces. Y, ahí de quien cometiera al menos un acto de indelicadeza en las funciones públicas: era castigado con mayor rigor: eso sí que es tiranía. Aplicar la justicia sin contemplaciones, con equidad y por parejo a los funcionarios, a los pocos ricos y aún al mismo populacho, es una monstruosidad para los demócratas, porque como reza el dicho popular, la ley es para los de ruana, que eso sí es la verdadera democracia y la libertad a la cual nos hemos acostumbrado con estoicismo. De tal suerte que el dilema consiste en hacer dos cosas compatibles en el modelo político: libertad y progreso, asunto imposible en una verdadera democracia para los pobres, porque aunque tienen la libertad de morirse a consecuencia de la miseria, no tienen más que ilusiones vanas para progresar. La libertad es para el oligarca, con el perdón de los pulcros derechistas, sí, libertad para enriquecerse cada día más a costillas del pueblo, y eso, por supuesto, que redunda en progreso. Todo lo contrario sucedió en el modelo social del gobierno dictatorial del Doctor Francia, en donde la miseria a la que estamos acostumbrado en nuestro modelo democrático, no se veía por las calles ni en los campos, pues había trabajo digno para todos.
Aquél personaje oscuro, de pocas palabras, de una rigurosidad extrema que asusta a los araneros demócratas, de cuyo origen nadie da una razón exacta, fue nombrado en un Triunvirato, una vez obtenida la independencia de Paraguay. Pero los próceres viendo que la democracia no es más que la rapiña del que más pueda, eligieron al Doctor Francia como Dictador Supremo del Paraguay por un periodo de cinco años; no les tembló el cálamo para escribir dictador, aunque, lamentablemente, el término se desvirtuó completamente en la sarta de crápulas que gobernaron a sangre y fuego, en contra de los intereses populares, en Latinoamérica. ¡Qué cosa tan dura, injusta y tiránica para los demócratas criollos”! Por su condición, el nuevo Dictador Supremo recibió, no sólo los votos, sino el apoyo de los siervos campesinos que estaban bajo el yugo español. Ante la eficiencia del gobernante, y con una visión realmente futurista ante los peligros que atacaban desde adentro y desde afuera a la República, el Doctor Francia fue nombrado redundantemente Dictador Supremo y Perpetuo a perpetuidad. Veamos algunas de esas medidas terribles que minan a los demócratas oligárquicos: